¿Qué son la malabsorción y la intolerancia alimentaria?
La malabsorción alimentaria se define como la dificultad para la absorción intestinal de componentes de los alimentos. Esto puede generar síntomas funcionales digestivos (por
ejemplo, el síndrome de intestino irritable) y/o síntomas extradigestivos, hablando entonces de intolerancia alimentaria, aunque no siempre que existe malabsorción se percibe
intolerancia. Las intolerancias alimentarias se suelen producir por mecanismos metabólicos (lactosa, fructosa y otros azúcares) y con menor frecuencia farmacológicos (histamina y otras aminas biógenas), en ambos casos por alteraciones genéticas y/o adquiridas como consecuencia de la inflamación intestinal que genera la disbiosis. También existen casos aislados de intolerancias alimentarias de mecanismo incierto, donde se discute la posible implicación de la inmunidad innata, efectos inflamatorios directos sobre la mucosa intestinal o respuestas indeseables como consecuencia de ser sustrato de especies bacterianas que generan metabolitos con efecto nocivo.
¿Por qué se producen las intolerancias alimentarias a azúcares?
Las intolerancias de mecanismo metabólico a azúcares se producen por alteraciones adquiridas y/o genéticas de enzimas que degradan disacáridos como la lactosa. También por alteración adquirida y probablemente también genética por su elevada incidencia familiar, del receptor GLUT5 necesario para la absorción del monosacárido fructosa. Esto es causa respectivamente de intolerancia a la lactosa y a la fructosa, que viene asociada a intolerancias a polioles como el sorbitol y a oligosacáridos y polisacáridos como los fructanos (cadenas largas de fructosa) que no son digeribles directamente y son fácilmente fermentables por la microbiota del intestino delgado, sobre todo en un contexto de SIBO. El conjunto de estos azúcares se conoce como FODMAP (acrónimo en inglés de oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables). Su intolerancia afecta a más del 50% de la población, prevalencia muy elevada que hay que entender en un contexto de abuso del consumo de azúcares en general y fructosa y polioles en particular y a microbiotas cada vez menos resilientes con mayor tendencia a la disbiosis e inflamación intestinal que genera malabsorción adquirida.
Me sientan mal las frutas y algunas verduras y hortalizas, especialmente las manzanas, peras, ajo y cebolla, ¿qué me pasa?
Es muy probable que se trate de una intolerancia a la fructosa y polioles, como el sorbitol. Esto siempre se asocia a disbiosis intestinal y puede estar vinculado a un sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado (SIBO). Es necesario hacer un estudio adecuado con un médico experto en intolerancias y disbiosis intestinal, que si confirma el diagnóstico debiera remitirle a nutricionista también experto en el manejo de dietas bajas en FODMAP. En Inmunomet hemos diagnosticado más de 15000 pacientes con intolerancia a la fructosa y polioles. Nuestro equipo de nutrición parte de 5 protocolos de dietas bajas en FODMAP distintas que después se individualizan teniendo en cuenta otras intolerancias, posibles alergias alimentarias y/o celiaquía, disfunciones metabólicas, la microbiota según estudios de metagenómica y la respuesta clínica individual de cada paciente.
A las pocas horas de tomar leche y sus derivados comienzo a hincharme, me duele la tripa y tengo diarrea, ¿qué me ocurre?
Es muy probable que sea intolerante a la lactosa. Un médico experto en intolerancia y disbiosis intestinal determinará si esa intolerancia es secundaria a algún proceso inflamatoria intestinal y/o primaria de origen genético. También evaluará la conveniencia de ampliar el estudio de intolerancia, porque la gran mayoría de intolerantes a la lactosa también lo son a la fructosa y polioles.
¿Por qué se producen las intolerancias farmacológicas a aminas biógenas?
Las intolerancias farmacológicas frente a la histamina y otras aminas biógenas se producen por un desequilibrio entre su generación y su degradación. Lo primero sucede por el aporte exógeno de aminas biógenas a través de los alimentos, la liberación de histamina endógena por estimulación directa de alimentos, aditivos y medicamentos y su producción microbiana por especies proteolíticas a partir de aminoácidos, como la histamina a partir de la histidina. Su metabolismo depende de la acción de bacterias lácticas que la degradan y de enzimas de la mucosa intestinal, sobre todo la enzima diaminoxidasa (DAO) encargada del catabolismo de la histamina. Ésta puede ser deficitaria por origen genético y/o adquirido en un contexto de inflamación de la mucosa intestinal, al igual que ocurre con enzimas de disacáridos como la lactasa. Además, su actividad está inhibida por el consumo de alcohol y múltiples fármacos.
Cada vez que consumo encurtidos, embutidos, pescados azules, quesos curados, vino y otros productos no frescos tengo un gran dolor de cabeza, ¿qué me ocurre?
Posiblemente se deba a un cuadro de histaminosis alimentaria asociado o no a un déficit enzimático de la diaminooxidasa (DAO). Es habitual que estas intolerancias farmacológicas generen síntomas no digestivos como migraña, cuadros dermatológicos, palpitaciones, sensación de intenso calor facial (flushing), cansancio o incluso broncoespamo. No obstante, también pueden causar clínica digestiva funcional y deben evaluarse siempre en todo paciente con síndrome de intestino irritable.
¿Por qué hay muchos alimentos que a veces me sientan bien y otras veces mal?
Hay que entender la intolerancia alimentaria como un problema acumulativo y dosis dependiente, sobre todo en el caso de FODMAP. En un paciente estabilizado, sin sobrecrecimiento bacteriano y una homeostasis de microbiota aceptable, pequeñas cantidades de alimentos con FODMAP pueden ser toleradas. Sin embargo, el acumulo a lo largo de los días o en un mismo día de esas pequeñas cantidades puede desembocar en recaída clínica, sobre todo digestiva. Este hecho despista a los pacientes, que no entienden como alimentos bien tolerados en días previos de repente les generan síntomas. Es importante incidir en que las intolerancias no se producen frente a alimentos concretos, sino frente a componentes de los mismos, donde la dosis ingerida global en días previos o a lo largo del día es crítica para tolerar o no. Por ello, también habitualmente los alimentos con FODMAP se toleran peor por la noche que por la mañana tras el reposo intestinal nocturno. Además, las transgresiones alimentarias en días previos o distintos hitos de carácter hormonal, psicoemocional o medicamentoso, pueden bajar el umbral de tolerancia minorando la cantidad global de FODMAP que puede ser ingerido.
¿Qué relación existe entre padecer intolerancia alimentaria, disbiosis intestinal y SIBO?
En general, siempre que existe intolerancia alimentaria existe disbiosis y a la inversa, la disbiosis condiciona inflamación que causa o incrementa la intolerancia. En consecuencia, ambos procesos se retroalimentan siendo a su vez causa y consecuencia, constituyendo un binomio inseparable que se incrementa en espiral. El SIBO es una variante de la disbiosis intestinal, de modo que todo sobrecrecimiento tiene disbiosis, aunque no en todas las disbiosis se objetiva sobrecrecimiento e igualmente no todos los intolerantes a FODMAP tienen SIBO, que suele precisar otros factores asociados para su desarrollo. A la inversa, la gran mayoría de los pacientes con sobrecrecimiento bacteriano tienen un grado variable de intolerancia a FODMAP, que también es causa y consecuencia del SIBO. En este contexto además existen enfermedades digestivas, factores hormonales y psicoemocionales y/o consumo de fármacos que condicionan e incrementan la espiral de intolerancia y disbiosis.
¿Se curan las intolerancias alimentarias?
Mejorar la disbiosis, resolver el SIBO, detectar y curar o minorar sus posibles causas subyacentes y tratar otros factores como los psicoemocionales, pueden mejorar notablemente la intolerancia hasta casi normalizar nuestra dieta. Pero siempre habrá que ser prudente, como ya se ha expuesto las intolerancias son dosis dependientes y acumulativas existiendo riesgo de recaída. Los hábitos alimentarios occidentales han multiplicado hasta por diez en los últimos 40 años las cantidades de azúcares (sacarosa y fructosa), polioles (sobre todo sorbitol) y aminas biógenas (histamina) de modo que en una dieta libre existe siempre el riesgo de saturar nuevamente los sistemas de absorción. Además, en aquellos casos que exista un origen genético por déficit primario de enzimas (como lactasa o deaminoxidasa) las limitaciones serán permanentes. Se discute la existencia o no de un origen genético en la intolerancia a fructosa y sorbitol que altere el funcionamiento del receptor GLUT5 del cual depende su absorción, aunque esto aún no se ha podido verificar la existencia en nuestra experiencia de múltiples caso familiares refuerzan esa sospecha.